Por: Miguel Angel Pinilla Ferro
Hace más de 1.800 años se escribió el primer libro de ciencia ficción. Era aproximadamente el año 160 de nuestra era y un libro llamado Historia Verdadera dió luz a la opinión pública de la época. El autor de este bello libro de "exploración del espacio" fue un poeta sirio en lenguaje griego llamado Luciano de Samostata. Por supuesto, la Historia Verdadera fue un primer artilugio ficticio sin parangón. Luciano tuvo a buen cuidado prevenir a sus lectores que no debían crear por verídico una sola palabra del texto. El objetivo que perseguía el libro era criticar al gobierno, pero no era oportuno hacerlo tan elocuente, así que para evitar que lo acusasen de traición, Luciano hizo que su cuento se desarrollase en un mundo nuevo acabado de descubrir: La Luna.
Traducción al Francés de L'histoire Veritable. Luciano de Samostata.
Al principio de la historia, Luciano y sus amigos estaban a bordo de una nave que se interna en el extraño mar situado al oeste de las columnas de Hércules. Hoy en día conocemos a ese extraño mar con el nombre de Océano Atlántico y a la Columnas de Hércules son el Estrecho de Gibraltar. Pero en la época de Luciano ésta era una región misteriosa de la Tierra, donde podían suceder cosas rodeadas de misterios. De repente, un enorme torbellino rodea al barco de madera, lo atrae arrancándolo del agua, y lo hace girar hacia arriba en el aire. La nave es impulsada por el viento, y el barco griego y su tripulación indefensa van camino de una aventura desconocida. La embarcación navega en esta forma durante siete días con sus noches. Finalmente llega a una brillante isla del cielo, refulgente de luz. El buque volador desciende sin que nada le suceda en aquella isla y los pasajeros se posan sobre la superficie de un extraño lugar: La Luna.
Guerreros lunares, montados en buitres de tres cabezas, en cuyas alas tenían plumas más largas que el mástil, llegaron para capturar a luciano y sus amigos. Estos hombres de la Luna era corpulentos, barbudos y calvos. Tenían bolsas como las de los canguros y ojos que se podían quitar. Cuando un hombre necesitaba ver, llevaba sus ojos puestos; cuando terminaba de mirar se los quitaba. Los hombres de la Luna que perdían lo ojos se quedaban ciegos. O simplemente le pedían a un amigo que les prestase los suyos.
Loa guerreros de la Luna tiene la orden de llevar a presencia de su rey a todo extranjero que capturan. Por consiguiente, Luciano y sus amigos son conducidos a un palacio real. El rey de la Luna cuenta a los viajeros de al tierra que la Luna se esta armando para presentarle batalla a su mundo enemigo: El Sol. Luciano y los otros hombres de la Tierra se incorporan en el ejercito de la Luna, y cada uno se le da un traje de armadura y un buitre real. Por la Mañana, salen hacia la batalla junto con el resto de la caballería alada.
Buitres de tres cabezas pasean las llanuras de la fulgurante luna.
Batallones de pesadilla formados por arañas gigantescas y hormigas moustruosas los están esperando en el campo de batalla. Entre las armas secretas se incluyen lanzadores de ajo, jinetes de pulga y jinetes de aves de coliflor, que viajan ocultos en el plumaje de sus cabalgaduras.
El ejercito de la Luna está ganando. Pero de pronto desde la estrella Can les llegan refuerzos al enemigo. Pujantes nubes-centauro y amapolas con caras de perro derrotan a los hombres de la Luna. Después que la batalla toca a su fin, los hombres de la tierra siente grandes deseos de volver a su patria. El rey de la Luna, derrotado pero agradecido, les da túnicas hechas de cristal hilado y bronce, y recuerdos de su visita; y la pequeña ambarcación es guiada de nuevo al oceáno, con una escolta real de jinetes montados en buitres. De regreso a la Tierra, aguardan nuevas aventuras a Luciano y sus compañeros, pero nunca vuelven a la encantadora y brillante isla del cielo.
Imagen de Luciano de Samostata.
Por muy extraño que parezca, no se escribió ningún otro libro sobre viajes espaciales durante casi 1500 años. Nadie esta dispuesto a abandonar la cómoda idea antigua de un universo en que la tierra ocupaba el centro de todo. La civilización todavía no había progresado como para volver al leer a Aristarco de Samos y entender y aceptar el sistema heliocentrico, la civilización tendría que esperar la relectura que daría Nicolo Copernico.
Miembro activo del Grupo de Ciencias Planetarias - TITAN
Universidad Nacional de Colombia.
FUENTES.
DE SAMOSTATA, Luciano. Dialogos - Historia Verdadera . Editorial Porrúa. Argentina. 1964.
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