lunes, 7 de diciembre de 2015

EL CIELO EN MARTE: DEL AMANECER AL CREPÚSCULO

Por: Miguel Angel Pinilla Ferro
@mapinillaf

De todos los planetas del sistema solar, Marte es el más parecido a la tierra, a pesar de tener la mitad de tamaño (6.975 km de diámetro), la décima parte de la masa, menor gravedad en superficie (38% de la terrestre), describir una órbita alrededor del Sol el doble de tiempo (678 días) y situarse a unos 227 millones de kilómetros del Sol, se ha constituido en uno de los planetas más inquietantes e interesantes para los científicos planetarios. 

Y ha sido precisamente por sus interesantes particularidades, el día marciano (24 h y 37 minutos) y su eje de inclinación 25° tienen un incuestionable parecido con la tierra permitiendo que a lo largo del año existan estaciones, aunque con doble duración que las terrestres, su ambiente inhóspito crea amplias divergencias donde la insuficiente presión no permite que haya oxigeno y la poca capacidad de sostener volátiles no es lo suficiente para atrapar la radiación solar. Además, la débil atmósfera y su pérdida durante cientos de millones de años hace que la radiación que proviene del Sol impacte directamente en superficie sin que haya un escudo que limite esto. 


Imagen de Marte de la MOM tomada a 74500 kilómetros de distancia (ISRO).


La delgada atmósfera de Marte esta especialmente constituida por Dióxido de carbono (95.3%), Nitrógeno (2.7%), argón (1.6%), vapor de agua, monóxido de carbono y oxigeno molecular (En valores de décimas porcentuales). Hoy por hoy con los últimos datos enviados por la sonda espacial MAVEN (NASA), y la MOM (sonda enviada por la agencia espacial India) se ha evidenciado el modo como Marte pierde su atmósfera a razón del bombardeo del viento solar. A partir de esto se ha logrado inferir que en el pasado marciano la atmósfera tuvo que ser mucho más densa, lo cual permitió la existencia de grandes masas de agua liquida en la superficie del planeta y durante largos periodos de tiempo. También se piensa que Marte tuvo un campo magnético global durante los primeros cientos de millones de años de su historia, pero por algún motivo el enfriamiento del núcleo provocó que se deteniense el dinámo geomagnetico provocando desde entonces un desgaste paulatino de la atmósfera. 

El alba y el ocaso en Marte

En el planeta rojo los amaneceres y puestas de Sol son azules, es difícil de creer pero son muy distintos a los terrestres. La causa física responsable de este fenómeno es la dispersión de rayleigh, que es el resultado de la polarización de las partículas de un medio determinado -líquido o gaseoso- según la incidencia de una determinada longitud de onda. La delgada atmósfera marciana propicia que durante el alba y el ocaso la luz solar atraviese la atmósfera y se disperse en el azul. En realidad, si no fuera por la presencia de polvo en suspensión el color del cielo sería básicamente negro durante el día marciano, es decir, las partículas de polvo que se levantan con los vientos permiten que se configuren a lo largo del día ese característico color marrón-rosáseo- rojo del cielo en Marte y que ya para el ocaso resulta siento azul. Si durante los días en la tierra tenemos cielos azules, y atardeceres rojos; en Marte ocurre precisamente lo contrario días con cielos marrones-rojos y ocasos azules.


Un amanecer marciano visto a través del sensor de cámara a bordo de la Nasa Phoenix Mars lander.

Pero dada la composición atmosférica de Marte, también podemos encontrar otro factor crucial para entender los cielos marcianos. Hablamos precisamente de las nubes. Los diversos tipos de nubes que podemos encontrar en Marte son, en cuanto a su formación y estructura bastante parecidos a los que existen en la Tierra.
Desde nuestro planeta las nubes observadas en el Cielo marciano son ordinariamente amarillentas y blanquecinas, el color que adquieren se debe precisamente al polvo superficial que se levanta por el viento y por la refracción que se produce cuando la luz incide sobre la rojiza superficie y se refracta sobre la altas nubes.


La zona del cráter Spirit of St. Louis, a su vez en el borde del cráter Endeavour, en la que se encuentra actualmente  el rover Opportunity.  (NASA/JPL-Caltech/Cornell Univ./Arizona State Univ.)

Fundamentalmente, la nubes en Marte son de dióxido de carbono. El incremento significativo de la temperatura durante el día propicia que varios gases que están en forma de permafrost bajo la superficie marciana se sublimen y se eleven a grandes alturas. Esto es posible dada la baja gravedad y la poca presión atmósferica. En la medida que estos gases sublimados adquieren altitud, comienzan a condensarse según disminuya la temperatura y la incidencia de la radiación solar lo permita, constituyendo los patrones nubosos hacia el ecuador marciano y otros sectores.

La noche marciana 

Cuando cae la noche marciana, baja la temperatura y el régimen de vientos desciende. Tal y como sucede en la tierra la velocidad e intensidad de los vientos están estrechamente relacionados con la incidencia de radiación solar y la presión atmosférica. Dada la distancia que se separa el planeta rojo del Sol y la baja presión atmosférica que gobierna el ambiente, el régimen de vientos es considerablemente menor, pero no por eso menos despreciable. 

Ya cuando la oscuridad se apodera de todo el horizonte, y si estuviéramos posicionados hacia el ecuador del planeta, el cielo marciano seguiría siendo poco claro debido a la densidad del material particulado que esta suspendido en el ambiente. Pero pese a esto, se lograrían distinguir con buena claridad objetos de cielo terrestre. Tal y como ocurrió el 19 de octubre de 2014 cuando los rovers Opportunity y Curiosity lograron captar el paso del cometa Siding Spring sobre el cielo marciano. 

Pero el espectáculo del cielo en Marte, no se restringe solo a los objetos menores, sino que dentro de los luceros que también contemplaríamos están la Tierra, y Venus, aunque también se harían notar con espectacular brillo Júpiter y Saturno. La Tierra tendría un color azulado y presentaría las mismas fases que Venus visto desde nuestro planeta. También, al igual que Mercurio y Venus, se alternaría como astro vespertino y matutino. Pero lo mejor, son los dos satélites naturales marcianos, Fobos y Deimos. A tan solo 6.000 km de distancia , Fobos tiene un periodo orbital que es menor a la del rotación del planeta, esto quiere decir que lo veríamos ocultarse y aparecer tres veces al día. Por el contrario, Deimos algo menor y más alejado (23.000km), cruza el cielo con mucha mayor lentitud (unas 64 horas). 


Las faldas del Monte Aeolis (JPL/NASA).

Pese a los datos que se tienen acerca del comportamiento atmósfera marciana todavía es mucho lo que desconocemos. Pero es bueno saber que ya entendemos mucho más acerca de sus fundamentos, y como es que la interacción del viento solar con la atmósfera a determinado la historia evolutiva del planeta. Las investigación que se llevan a cabo tanto con los exploradores en superficie y las sondas que orbitan Marte ayudarán a comprender cual es el futuro de nuestro planeta y como desarrollar las estrategias adecuadas para tratar de reducir el impacto de la influencia humana sobre el planeta tierra y su atmósfera, y como esto puede ayudar a proyectar nuevos destinos en la conquista de nuestro sistema solar.

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